Letras en Portugal-Sirena mía

El alba de la nueva mañana se escucha armónica entre el canto de los pájaros que anuncian la vida de la primavera.  Dulces agudos y suaves notas exhalan de las diminutas gargantas de dos o tres pajaritos que detienen su vuelo, descansando las frágiles patas entre las ramas del viejo pirul que crece en las laderas del Cerro de la Estrella.

 Los primeros rayos del sol se mezclan entre el claro y translúcido color marfil de la cortina que cubre la ventana, contemplo la promesa del nuevo día, aún entre las sábanas frescas, mientras cada célula y órgano de mi cuerpo empiezan a impregnarse de esta energía que emana de la fuerza de la naturaleza.

  Al girar el cuerpo, la mirada se detiene frente al reloj despertador que en rojo neón anuncia las 8:30 am.  Han pasado más de doce horas de la cuarta quimioterapia que enfrenta mi cuerpo desde el 8 de enero. Trato de reconocerme entre los nuevos signos que están apareciendo, el vómito es innegable, así transcurren las primeras 4 horas del día. Mientras tanto, a lado mío sobre la mesita del reloj, espera en silencio uno de mis fieles compañeros en este proceso de vida, con cierto malestar físico y que al mismo tiempo me anima, contemplo su estructura, de tamaño mediano, delgada complexión y en color café la pasta que recubre el contenido de una historia que sucede en Portugal, alrededor del encuentro de 4 amigas, ahora en la adultez de sus vidas. Hace dos días que no percibo el aroma seductor del papel y la tinta de sus hojas, mi interés está atrapado entre la descripción de la campiña portuguesa en pleno verano. Puedo sentir el aroma a vida en medio del verde de sus árboles, el viento fresco que se conjunta en la caricia del sol en aquella posada familiar donde se desarrolla la historia. Mientras tanto, las noticias en la radio anuncian al COVID - 19 con paso avasallador   en tierras orientales, europeas y próximamente los mismos estragos en América.

 Una semana más tarde, se anuncia el cierre de escuelas y por ende el vertiginoso movimiento de la ciudad va reduciéndose entre las calles de la ciudad.  Es momento de adentrarse no solo al espacio físico que provee una casa, llegó la ocasión de mirar desde las entrañas, entonces respiro y me digo, al menos en esta experiencia voy un paso adelante, hace 6 años, el cáncer en los ovarios, me llevó a ese confinamiento de vida. Hoy 6 de abril, tiempo de consulta médica, mi ser experimenta el miedo de un posible contagio, al interior del Hospital de Oncología, se toman medidas que prevén mayores complicaciones, el estrés recorre mi cuerpo una y otra vez, mi fiel amigo está conmigo, me siento culpable por solo leer una de sus líneas y perder la concentración. En ese momento escucho mi nombre, al entrar al consultorio, el doctor dice, tenemos buenas noticias, los estándares en sangre son sanos y el tumor redujo más del 48 por ciento. Hemos terminado con las quimioterapias. Días después volví a abrir sus hojas, con el alma en paz, puedo oír el timbre de voz de cada personaje narrando su historia, pero, sobre todo, estoy de regreso disfrutando de la belleza de la campiña en el resguardo de mi casa.